Reconocer, felicitar, premiar. Verbos relacionados con hacer saber a otra persona, (nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros empleados) que estamos contentos, orgullosos, con el trabajo que hacen, con su comportamiento, con sus detalles.
Parece claro que todos sabemos que reforzar positivamente un comportamiento hace que la otra persona se sienta bien. Con este gesto estamos aumentando la probabilidad de que vuelva a repetir aquello que hemos elogiado. Su conducta aumentará en frecuencia.
Lamentablemente, aunque es una práctica conocida, no por ello es utilizada tan frecuentemente como sería deseable. Nos encontramos en situaciones en las que lejos de felicitar lo que está bien hecho, dándolo por supuesto, ponemos nuestro foco de atención en aquello que no está del todo bien y por tanto es mejorable.
Veamos varios ejemplos:
En casa. Nuestra pareja ha decidido darnos una sorpresa y nos ha hecho una comida especial. Al llegar vemos la comida, pero también vemos la cocina sin recoger. ¿Cuántos caeremos en reprochar que haya dejado la cocina sucia en lugar de centrarnos en lo rica que está la comida y valorar el tiempo que ha pasado cocinando?
Con nuestros hijos. Llegan las notas, nuestro hijo nos entrega un boletín de notas muy buenas, salvo en una asignatura que le resulta más difícil en la que ha obtenido una menor calificación ¿Tenderemos a felicitar el trabajo global que ha hecho durante el curso y que se ve reflejado en la mayoría de las asignaturas, o nos centraremos en esa nota más baja, convirtiendo la felicitación en una pequeña regañina?
En el trabajo. Imaginamos que somos jefes de un grupo de personas. Trabajamos en una empresa con gran carga de trabajo. Como jefes tenemos una expectativa sobre el rendimiento y un nivel de exigencia alto. Nuestra actitud nos lleva a seguir exigiendo un mayor rendimiento a nuestros empleados en lugar de reconocerles el esfuerzo que hacen al sacar adelante el mayor trabajo posible. ¿Nuestros trabajadores estarán contentos, estarán motivados para seguir esforzándose como hasta ahora?
No nos resulta difícil imaginar lo que va a suceder en los tres casos, ¿verdad?. La conducta positiva de preparar una comida especial, aprobar todas las asignaturas o trabajar al mayor ritmo posible no está siendo valorada ni reconocida.
A veces damos por supuesto, por “normal”, determinadas conductas, sin hacerle saber a la otra persona que valoramos su esfuerzo.
Si mantenemos una actitud exigente, en la que no estamos valorando a los demás, lo que nos encontraremos será un descenso en esos comportamientos y esta sensación en los demás:
¿Para qué me voy a esforzar?
Quedémonos con el último ejemplo. Un equipo de trabajo que saca todos los días adelante los objetivos. Un día en concreto no han podido conseguirlo. Se les convoca a una reunión cuyo objetivo es remarcar los fallos, establecer nuevos objetivos más altos, criticar negativamente, usar el sarcasmo, etc.
Es muy posible que si estos trabajadores sólo reciben un castigo verbal cuando las cosas no van del todo bien, y no son reforzados cuando consiguen las metas, surgan reacciones negativas hacia el desempeño del trabajo, emociones como rabia, enfado, frustración, sensación de injusticia, de impotencia, manifestándose somáticamente (ansiedad, estrés, apatía).
Estaremos muy lejos de nuestro propósito, que es motivar, aumentar la productividad, la implicación con la empresa, etc.
El reconocimiento enriquece las relaciones, estrecha los vínculos existentes, aumenta, como hemos visto anteriormente, la probablidad de que esa persona, al sentirse bien, vuelva a repetir ese comportamiento.
Estamos dando nuestra opinión y por tanto, la oportunidad a la otra persona de saber que tenemos un buen concepto de ella, de su trabajo, que lo valoramos, y en nuestro ámbito personal, que apreciamos a nuestra pareja, hijos, que los queremos.
Parémonos a pensar qué comportamiento queremos que se mantenga en los demás. ¿Queremos que sigan teniendo detalles con nosotros?, ¿Queremos que nuestros hijos mantengan su hábito de estudio y sean responsables con los estudios?, y nuestro equipo de trabajo, ¿Queremos un ambiente en el que reine la motivación, la superación y una actitud positiva?
¡Hagámoslo!. Felicitemos aquellos gestos que lo merecen. Estaremos creando relaciones positivas, sinceras, en la que mostraremos qué nos gusta de las personas y cómo. Estaremos creando un equilibrio, en el que se expresan además de las actitudes a mejorar, las que nos agradan.
Para recordar la importancia del refuerzo y su potencial efecto, un ejemplo gráfico. Imaginemos que las relaciones sociales son como una cuenta corriente. Necesitamos tener ingresos (compartir buenos momentos, expresar sentimientos, aprender del otro) y también tenemos pagos (recibimos criticas, correcciones, quejas). Si los pagos son mayores que los ingresos, nuestra relación estará en números rojos.
Recuerda la última vez que fuiste felicitado, reconocido, cómo te sentiste de bien contigo mismo y cómo influyó en tu comportamiento. ¡Repítelo con los demás!.
Fotografía: heatherclarke27
Totalmente de acuerdo, llevo tiempo creyendo en el refuerzo positivo, desde la aplicación de teroriás cognitivo-emocionales en la educación de mi perro a la relación entre las personas , y me encantó verlo plasmado por escrito y con unos ejemplos tan acertado. Gran artículo. Un abrazo.
Muchas gracias Albert!!, por escribirme y hacerme llegar tus impresiones. Me alegro de que te hayan gustado los ejemplos y los valores tan positivamente, gracias por un comentario tan reforzador!! 😀
Un abrazo!