Recuerda una situación en la que hayas necesitado huir, que hayas evitado. Un compromiso social, una fiesta, una exposición en público, un análisis de sangre, un paseo con amigos que tienen perro..etc.
¿Recuerdas cómo te sentiste cuando evitaste ese momento y decidiste no acudir al evento o quedarte en casa? seguro que, entre otras sensaciones y emociones, sentiste alivio.Sentimos alivio a corto plazo y posponemos el enfrentamiento de esa situación a cambio de unas consecuencias.
A continuación vamos a ver cuales son esas consecuencias con el objetivo de tener la información y valorar, cuando estemos a punto de evitar, si queremos mantener ese comportamiento.
Vamos a utilizar un ejemplo relativamente común, el miedo a los perros.
Imaginemos que yo tengo mucho miedo a los perros. Todos los días al salir de casa para ir a trabajar coincidido por la calle con mi vecino que, casualmente, tiene un perro que me impone.
En el momento en el que yo coincido en la calle con mi vecino y su perro, empezaré a sentir ansiedad. Mi cuerpo activará una respuesta de huida ante aquello que temo. Sentiré probablemente taquicardia, tensión muscular, nudo en el estómago, etc.
Estas sensaciones irán en aumento según me vaya acercando a mi vecino y su acompañante, llegando a su nivel máximo en el punto de mayor cercanía con ellos.
Si yo mantengo mi camino, acercándome a ellos y experimentando la ansiedad del momento, estaré manejando la situación de forma positiva. La ansiedad irá bajando poco a poco y habré enfrentado esa situación temida. Si cada día que me encuentro a mi vecino actúo igual, mi ansiedad irá bajando, me iré habituando a él y su perro. Los enfrentamientos me ayudarán a experimentar que no pasa nada, que no estoy en peligro, que puedo enfrentarlo. Cada día me será más fácil manejar ese momento.
En esta gráfica podemos ver cómo mi ansiedad irá bajando poco a poco, dando lugar a un proceso de habituación.
Por el contrario, si en ese momento de máxima ansiedad decido cruzar la calle evitando la cercanía, mi ansiedad bajará, sintiendo alivio. Pero, como veíamos antes, este alivio se mantendrá a corto plazo. Al día siguiente cuando vuelva a enfrentar la situación mi nivel de ansiedad inicial habrá aumentado, y mi tolerancia al «estimulo fóbico» será menor, siendo más probable que vuelva a evitar e incluso que mi respuesta de huida aparezca antes. No esperaré a tener cerca a mi vecino y su perro, si no que metros antes ya estaré cruzando la calle.
En la gráfica podemos ver cómo cada vez evito antes y mi miedo va aumentado cada vez más. Al evitar no me permito experimentar que no hay peligro, al menos al nivel al que yo anticipo (que el perro salte sobre mi y me muerda), y los miedos no son contrastados. Además, es probable que en mis pensamientos aparezca algún tipo de distorsión cognitiva que ayude a mantener la situación problema.
Este ejemplo lo podemos aplicar a cualquier situación, persona, trabajo que temamos y que estemos evitando.
Si te ves reflejado en este articulo y sientes que no puedes enfrentar aquella situación temida, te animo a que contactes con un profesional que te ayude a fortalecer tus habilidades y reducir los miedos para que puedas elegir como quieres enfrentar tus dificultades.