Septiembre. Ya estamos casi todos de vuelta de vacaciones. Hemos pasado tiempo con nuestra pareja, más allá de las horas que nos deja la rutina del año. Hemos compartido y nos hemos visto expuestos a situaciones en las que inevitablemente nos posicionamos de forma opuesta. Aparecen nuestras formulaciones sobre cómo deben ser y hacerse las cosas y por tanto las discusiones.
En estas fechas aumentan las rupturas de pareja. Un cambio de expectativas vitales, de objetivos, un exceso de enfrentamientos o un déficit de comunicación pueden estar detrás de estas decisiones post-vacacionales.
Lo que sabemos seguro es la importancia del mensaje que mandamos a nuestra pareja, cuando tenemos una queja sobre ella o sobre la relación. El peso que tienen las palabras que elegimos y cómo las utilizamos. No es tanto la discusión, sino cómo ésta puede debilitar el vínculo emocional.
En ocasiones utilizamos la discusión como un medio de defensa/ataque más que una herramienta para lograr una solución conjunta que nos fortalezca, olvidando que más importante que qué decimos es cómo lo decimos.
A continuación vamos a ver qué factores expuestos por Nardone ayudan a que nuestras conversaciones fracasen y por lo tanto envenenen la relación:
Puntualizar. Nos ayuda a evitar equívocos que podrían generar conflictos y por tanto la valoramos positivamente.
En general no nos gusta que nos digan cómo son las cosas y cómo tenemos que comportarnos. Esta forma de expresarnos hará que nuestra pareja, aunque valore que tenemos razón, sienta el deseo de huir, de enfrentarse a nosotros o de distanciarse.
Recriminar. Cuando nuestra pareja nos recrimina algo, la reacción emotiva de rebeldía, de vernos expuestos a conclusiones rápidas y determinantes, hará que el sentimiento de culpa que experimentamos se desvanezca rápido. El sentirnos cuestionados y condenados dará paso a emociones como el rechazo o rabia. Tenderemos por tanto a escapar de esa queja o a atacar.
Echar en cara. Es algo común en pareja, el que echa en cara se coloca en el papel de victima, situando al otro automáticamente en el papel de verdugo. Desde esta postura se intenta inducir un cambio en la pareja a partir de nuestro sufrimiento, pero solo conseguiremos una reacción de rabia, distanciamiento, rechazo o ataque.
Sermonear. Examinar y criticar el comportamiento del otro teniendo en cuenta lo que para nosotros es correcto. ¿Quién no ha escuchado un sermón alguna vez?
El efecto que tiene en la persona es aumentar el deseo de transgredir las normas que se nos exponen. Además cuando sermoneamos es común recriminar, puntualizar y adoptar una postura de victima.
Te lo dije. Es una expresión puntual pero igualmente provoca irritación, alejamiento y sentimientos de descalificación. Como es lógico, cuanto más implicados emocionalmente estemos con la persona que nos lo dice, mayor efecto negativo tendrá. Si estamos hablamos de un diálogo en pareja, nos podemos imaginar las consecuencias.
“Ves, cómo no me has escuchado”, “Tenías que haberme hecho caso” son variantes de esta expresión. La pareja nos transmite la idea de que nos hemos equivocado por no escucharla, por no hacer caso a sus recomendaciones. Usando un ejemplo de Nardone, si nosotros mismos ya estamos enfadados por nuestro error, el que nos lo recuerden y lo hagan notar, hará que descarguemos nuestra rabia. Nuestra pareja se convertirán en nuestro pararrayos emocional.
Lo hago por ti. Con esta frase estamos diciendo que de alguna manera nos estamos sacrificando. Generamos en la otra persona un sentimiento de deuda y le obligamos a recibir algo que le puede hacer sentir inferior. Aquí también estaríamos saltando una norma fundamental, no reclamar al otro lo que hacemos por él.
Deja, ya lo hago yo. Una expresión que aunque parece bien intencionada, si la ayuda no ha sido demandada, estamos transmitiendo un mensaje más profundo “Déjame que lo haga yo, que tú no puedes/no sabes/no eres capaz”.
Reprobar. Reconocer en el otro un gesto, reforzándolo, pero seguir el comentario haciendo ver que lo podría haber hecho mejor o que aquello no es suficiente.
Como hemos visto, estas formas de comunicación, que usamos normalmente, nos ayudan a tener diálogos que con gran probabilidad nos alejarán de nuestro objetivo de llegar a un acuerdo, nos distanciarán emocionalmente y por tanto influirán negativamente en nuestra relación afectiva.
Es por ello que si queremos cuidar el mensaje que transmitimos a nuestra pareja, será necesario identificar y reducir estas formas de comunicación. En la próxima entrada veremos qué formas de comunicación son más positivas.
Fotografía: pasukaru76