En las relaciones de pareja se establece un vinculo afectivo que va más allá de la relación amorosa, pasional, sexual y afectiva. Este tipo de relación nos proporciona sensación de seguridad, nos puede orientar a una vida en común con unos determinados objetivos, condiciona nuestra manera de disfrutar nuestro tiempo (en ocasiones favoreciendo la dependencia), hace que estructuremos nuestra relación social con las demás personas importantes en nuestra vida, y es fuente participe de muchos de nuestros momentos más felices.
Son relaciones que en el caso de ser positivas, nos aporta gran bienestar, confianza, autoestima y proyección de futuro. Pero, cuando la relación se ve afectada negativamente y uno de los dos miembros, o bien los dos, deciden tomar la decisión de romper la relación, van a describirse una serie de situaciones y síntomas que van a generar mucho malestar.
Las rupturas pueden ser anunciadas, de tal manera, que hemos podido ver que la relación se ha ido deteriorando y las dos personas consideran que no quieren seguir juntos. O lo más frecuente, suele ser una decisión unilateral, que es recibida de manera brusca e inesperada.
En el caso de que la ruptura sea inesperada, nos situaremos en estos dos roles:
Independientemente del papel que se tome, si bien es verdad, que al ser la parte activa de la decisión se pueda llegar a elaborar antes el duelo, lo más frecuente es que ambos vivan con síntomas de malestar intenso sus diferentes posturas.
Una vez conocidas las dos partes, nos vamos a centrar en la persona que ha sido dejada. La dificultad principal para ella es asumir la opción de que la relación se ha terminado, asumir que no va a haber una reconciliación.
En esta fase inicial también aparecerán las dudas del que rompe la relación, que ante la responsabilidad de tomar la decisión, sentirá miedo a hacer daño a su ex-pareja, y tendrá miedo al cambio, al día a día sin el otro y a tomar una decisión incorrecta. Estos factores influirán en las reacciones emocionales de la otra persona, ya que si la decisión no es tomada en firme y se duda, el proceso de la ruptura se alargará mucho más.
Si la ruptura es inevitable, cuanto antes se asuma, antes se podrán buscar medios y recursos para continuar con una vida normal, distanciarse emocionalmente, buscar el apoyo de personas cercanas, centrarse en crear nuevas rutinas y nuevos objetivos personales.
A continuación vamos a ver las fases por las que podemos pasar cuando nos han dejado. Estas fases no tienen que seguir necesariamente este orden lineal. y tampoco tenemos que vivirlas necesariamente todas. La vivencia será personal y dependerá de muchos factores.
Normalmente, en un primer momento, la mayor parte del tiempo se dedicará a buscar alternativas para volver a iniciar la relación. Proponer cambios de mejora, encontrar dudas razonables en el otro o buscar opciones para la reconciliación son ejemplos de comportamiento en esta fase.
En este caso se puede comenzar a indagar obsesivamente en facturas, si hay posibilidad, intentar mirar conversaciones de móvil, preguntar a amigos comunes, fechas, etc. Si se encuentra información que nos dé certezas sobre la razón “verdadera”, nos calmaremos, pero de no ser así, ésta búsqueda y necesidad de información puede cronificarse e impedir el curso normal del proceso de recuperación.
Tendremos momentos en los que recodaremos todas aquellas cualidades positivas de la persona (fase amor), y en la que es probable que nos reprochemos la ruptura y pensemos “Cómo he dejado que la relación se acabará” o tengamos más sentimientos de tristeza por la sensación de pérdida de alguien “maravilloso”.
En la fase odio o rabia tendremos más presentes todas las cualidades negativas, las que no nos gustaban, las que nos llevaron a romper la relación o tener una dinámica negativa al final de la misma. Nos culparemos pensando “Cómo pude aguantar tanto”, “Qué vi en él/ella”
La cuestión es reconocer que nuestra ex-pareja no era tan maravillosa ni estaba tan llena de defectos. Las personas suelen tener sus cualidades positivas y negativas y es la balanza final la que hace que iniciemos una relación. Es importante tener en cuenta esto para no caer en idealizaciones o en recriminaciones.
En esta fase ya nos hemos hecho a la idea de que la relación está rota, pero aún así, no queremos pensar que es una ruptura definitiva, que nunca más vamos a volver a estar juntos. Aún se siente la posibilidad de tener una oportunidad, de dejar la puerta medio abierta por si la otra persona se arrepiente. Aún no somos capaces de cerrar esa puerta. Aparecerá el sentimiento de miedo al ver que pasa el tiempo y que cada vez es más probable que se consolide la ruptura, se enfríe la relación e incluso pueda aparecer otra persona en la vida del ex.
Estando en la fase de aceptación, si hay un acercamiento, un contacto con la otra persona, inicialmente se tomará de forma positiva. Desearemos saber de ella, verla, hablar, evaluar cómo es su comportamiento hacia nosotros, si hay cambios evidentes. Lo que en un principio es bueno, se va a convertir en malestar, sentiremos rechazo, resentimiento al ver la actitud fría, distante, de la otra persona.
Nos encontramos en una situación en la que las dos personas tienen expectativas, ilusiones y sentimientos diferentes. Empieza a verse lo ocurrido como negativo, aparecen sentimientos de venganza, de querer olvidar a esa persona, de no tener más contacto con ella. Será entonces cuando el “dejado” empezará a poner límites en el contacto y a no querer saber nada de esa persona. Aparecerán sentimientos de enfado, de decepción.
En esta fase ya hemos aceptado la situación y nos disponemos a manejar nuestro tiempo, ahora de forma individual. Invirtiéndolo en proyectos personales, aumentando la frecuencia de contacto con amistades, aprendiendo a vivir sin la otra persona, valorando y apreciando las vivencias que hemos tenido juntos, pero sin que esto nos impida vivir el día a día.
Estas fases son ejemplo de las reacciones emocionales que podemos tener después de una ruptura de pareja. No implica vivir todas las fases ni en este orden necesariamente.
Conocer su existencia nos puede ayudar a ver cómo avanzamos en el proceso, entender que es natural sentir ciertas emociones, que no estamos perdiendo el control (sobre todo en la fase amor/odio) y que para poder elaborar esta ruptura, este duelo, nos tendremos que dar un tiempo.
Foto: Andi Licious http://www.andilicious.com/blog/
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